DE LA FE VIENE LA VIDA
Por Kris Wolfe

Traducción al español por Teresa Galarza

[En inglés]



Seis abortos involuntarios.

Seis pruebas positivas de embarazo, cada una de ellas acompañadas de euforia y grandes planes, y cada una de ellas seguida de episodios de aflicción por la pérdida. Todas en un período de cinco años.

Aunque esto pueda parecer una tragedia pura, un sufrimiento carente de sentido, hay mucho que aprender de esta historia de aflicción y pérdida. En última instancia, mi fe y mi relación con Dios me han ayudado a superar esa época difícil de mi vida, pero les aseguro que no fue sencillo.

Por alguna razón, en la sociedad se perpetúa la idea de que los Cristianos no deben luchar. Los Cristianos no deben sufrir. Al ser elegidos por Dios para ser parte de Su familia, la vida debería ser fácil, incluso un privilegio. Pero esto es un mito.

De los veinte a los casi treinta años, me casé, me bauticé, y tuve dos hijos. Cuando tenía treinta, me divorcié del padre de mis hijos, el que había sido mi marido durante nueve años. Podría fácilmente contarles la historia de cómo Dios me ayudó a superar un divorcio tumultuoso (y sería verdad), pero aunque esa época fue muy difícil para mí, por aquél entonces no seguía a Cristo completamente. A veces lo seguía y otras veces no, según me parecía. Pero cuando me casé con mi segundo marido, había comenzado a seguir a Cristo en serio. Pero cuando llegó la hora de intentar tener un hijo juntos, el proceso no fue la “bendición” que había esperado.

En menos de un año de haberme casado, estaba embarazada. ¡Estábamos encantados! Mi marido no había tenido hijos antes y estábamos ambos en una nube con las buenas noticias. Esperábamos que ocurriese lo mejor. Pero nuestra felicidad fue breve pues perdí rápidamente al bebé. Estábamos en shock y hundidos. Me tomó meses recuperarme de esta pérdida. Mi corazón estaba roto, pero mi fe parecía fuerte.

Mi segundo aborto involuntario fue peor. Y sacudió mi mundo. Estaba tan enojada con Dios que le grité y le dije el daño que me estaba haciendo. “¡Teníamos un acuerdo!” Grité. “Perdí ya un bebé, ¿cómo pudo llevarse al otro?” Exigí. Mi corazón estaba quebrado y la cólera anulaba mi fe.

Poco después sufrimos otro aborto, lo que fue horrible, pero lo peor fueron los dos años en que experimentamos una carencia completa de lo que necesita cada ser humano: la esperanza. Mes tras mes, deseábamos pruebas positivas, y esto puso a prueba mi fe. Lloraba constantemente, y llegó un momento en que tuve la sensación de que mi cuerpo no funcionaba y quizás mi matrimonio seguiría la misma suerte. Qué sensación tan desesperada saber que una no puede dar un hijo a su marido. Pero él permaneció a mi lado, nunca me culpó, y me tranquilizaba diciéndome que me había elegido por lo que yo era para él, no por lo que pudiera darle. El amor restauraba mi fe.

Lentamente, mi fe se llenó de esperanza, paz y, a veces, incluso alegría. Comencé a tener la visión de un futuro feliz y con propósitos y objetivos con o sin un bebé. Comencé a perseguir mis sueños, y a perfeccionar las habilidades y talentos que Dios me había dado.

Pedí a Dios que ayudara a mi corazón a no sentir dolor constantemente, y Él lo hizo. Todavía deseaba tener un bebé, pero podía verme a mi misma como un ser entero, y con un matrimonio que crecía adecuadamente. Y comencé a escribir sobre mis experiencias, y me sentía bendecida y más útil que nunca.

Entonces me quedé embarazada. ¡Tres veces más en un año! El pasado mes de julio pasé mi último mi embarazo y la destrucción de mi trompa del lado derecho. Cualquier pensamiento sobre fertilización in vitro no estaba en nuestros planes. Apenas los habíamos considerado, pero los descartamos inmediatamente después de esta última pérdida. El dolor de intentar el embarazo era demasiado intenso. Necesitábamos un respiro. Mi fe era considerable. Mi esperanza en un bebé, no. Le pedí a Dios que no me dejara quedarme embarazada otra vez a menos que consiguiera tener un bebé sano al final. Hasta ahora, Él ha honrado ese deseo.

Mi marido y yo tuvimos relaciones sexuales de nuevo, puramente por gusto. Dejamos de tener en cuenta los calendarios, apenas hablábamos sobre la ovulación, y si estábamos demasiado cansados para intentar concebir un hijo, nos cogíamos de las manos y hablábamos. Finalmente, me di cuenta de que no tenía ninguna idea de lo que Dios había planeado para nosotros. Ya no podía imaginar mi futuro con un bebé, pero tampoco sentía que Dios me hubiera dicho que olvidase el asunto. Estaba en un limbo, pero había hecho las paces con él. Mi fe era más fuerte.

Hasta hoy. Recientemente, tuve una “charla” con Dios. Aunque mi corazón ya no duele constantemente por las ganas de tener un hijo, mi mente todavía alberga un lugar para él. De hecho, diría que durante el año pasado, el hecho de preguntarme si podría procrear ha ocupado el 10% de mis pensamientos. Cuando se lo comenté a mi chico, se quedó sorprendido. Ya apenas mencionaba el tema, esos pensamientos habían ocupado mucho especio en mi cerebro, y estaba comenzando a pensar que necesitaba liberar ese espacio para que pudiera ser espacio útil otra vez. Así pues, ¿qué le dije a Dios? Algo así:

“Ok Dios, no sé lo que Usted tiene planeado para mi futuro. No sé por qué no tenemos un hijo todavía. ¿Somos malos padres? ¿Necesitarían mis hijos todo lo que tengo que ofrecerles ahora? ¿Usted nos está evitando que pasemos por una angustia que no podemos prever? ¿Usted tiene un plan para mí que no incluye cambiar pañales y pasar noches sin dormir? Porque ya no estoy enojada. A veces estoy un poco triste, pero Usted me rescata de mi pena constante. Sin embargo, mi mente está llena de pensamientos que no me sirven ni a mí ni a Usted. ¿Puede usted rescatarme de eso? ¿Puede Usted liberar espacio para que haga algo que le honre y glorifique? Acepto que Usted planee mi futuro. Le seguiré. Solo le pido a Usted que me libere de este deseo y lo sustituya por algo que marque una diferencia en Su reino. Si no puedo tener un bebé, déme algo que desee más”.

Ni siquiera me reconocía a mí misma en mis palabras. Mis rezos habían pasado de “¿Cómo Usted pudo hacerme esto a mí?” y “¡Teníamos un trato!” a “Restaure mi mente para que me pueda servirle mejor a Usted”. A través de esta lucha dolorosa, Dios ha creado un nuevo yo.

La fe no es un simple interruptor. Es la placa de luces entera de un salón de conciertos magnífico. Usted no elige automáticamente seguir a Dios y conseguir experimentar toda Su paz y alegría. ¡Es un proceso! Con cada pérdida, con cada lágrima vertida, y con cada rezo (¡recé miles de veces!), una luz pequeña se abrió camino en la oscuridad. Seguir a Dios no es una decisión de una sola vez. Son mil millones de decisiones minúsculas, de opciones grandes y de acontecimientos importantes en la vida que nos hacen ser lo que somos. Y la fe no es un simple pequeño sustantivo que se pinte con delicadeza en una pared. ¡La fe es una acción como no se puede experimentar ninguna otra! Es esfuerzo, hace que los músculos tiemblen, que las voces tiemblen también, que estallen los corazones y que el miedo sepa cuál es su lugar.

No sé si habría podido superar los últimos cinco años si no hubiera tenido esta fe. Surgió como una semilla, pero me sostiene de verdad. He aprendido a escuchar a Dios, intentar seguir el ejemplo de Cristo, y finalmente estoy aprendiendo a permitir que el Espíritu Santo entre en mi vida. Encontrar paz y alegría en los tiempos de tragedia me supone tener a Dios en mi vida todo el tiempo.

Todavía no sé lo que Dios tiene planeado para mí. Pero puedo prometerle esto: será una grata sorpresa, incluso en el sufrimiento. Mi fe no ha cambiado mi comportamiento ni mis actitudes. Ha cambiado mi vida, mi visión, y mi propósito. En las profundidades de la desesperación, me ha cambiado. Y soy mejor por ello.

Aunque no he llegado al punto de querer sufrir en la vida, siempre estoy lista para aceptar lo que Dios disponga para mí.

 

Kris Wolfe
Acerca de Kris Wolfe.
Tennesse | Estados Unidos

Kris Wolfe es cristiana, esposa y madre. Es una escritora independiente que se centra en el estímulo espiritual y práctico, escribe lecciones para grupos que realizan sus reuniones en las iglesias, y también es coach de grupos pequeños. Kris tiene un máster en consejería bíblica por la Luther Rice University and Seminary y ejerce como mediadora en disputas familiares para la corte dn Tennesee donde ella vive.

Kris abarca temas como las citas, el matrimonio, la crianza, el divorcio y su recuperación, y las familias combinadas. Para ller más sobre Kris: Clarksville, TN Online y su sitio web.

Teresa Galarza
Acerca de Teresa Galarza, Ph.D.
Valencia | Spain

Teresa Galarza nació en España a finales de la década de los setenta. Estudió Filología y tiene un Doctorado por la Universitat de València, Spain. Trabaja como traductora además de como profesora e investigadora. Empezó su actividad como traductora cuando era universitaria, del ingles al español y al catalán, sus lenguas nativas. Recientemente ha emprendido un nuevo negocio, West Indies Publishing Company, siendo su primer libro la traducción de la novela perdida de Walt Whitman Life an Adventures of Jack Engle. La web de Teresa es: courtesytranslations.es, se puede acceder a sus artículos de investigación desde su perfil de LinkedIn, y sus artículos de divulgación están disponibles en Jot Down.

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