Traducción al español por Teresa Galarza
Antes solía pensar que tenía una gran autoestima. Pero confundía autoestima y confianza. Tenía confianza, hasta cierto grado. ¿Autoestima? Quizá no tanta.
Los vecinos me decían que tenía el cabello y los ojos bellos; así que tenía confianza en mi aspecto. Mis profesores me decían que era inteligente; así que tenía confianza en mi intelecto. Mis compañeros de clase me nominaron como la más ingeniosa; esto me hizo tener mucha confianza en mi sentido del humor.
Pero lo que no tenía era confianza en mí misma, valor en quién soy como persona, una base sólida de mi valor personal, o sentido legítimo de mi posición en este mundo. En otras palabras, carecía de autoestima. Pero mi falta de conocimiento sobre mí misma, mi bienestar emocional y las implicaciones verdaderas de la autoestima, todo eso junto hizo imposible que me diera cuenta de lo que me ocurría en aquél entonces.
No me di cuenta de que tenía una baja autoestima hasta los veintitantos años. Hasta entonces, había realizado una miríada de elecciones equivocadas que ninguna mujer que se respete a sí misma jamás haría. Pensaba que tenía el control de las situaciones que vivía, y que sabía lo que hacía. Me engañé a mí misma al pensar que estaba contenta aunque no me trataran bien y que incluso podía aguantar perfectamente algo cercano al abuso.
Quise pensar que mis malas decisiones eran una cuestión de libertad o derechos, y aunque esto pueda haber sido verdad hasta cierto punto, no cambió el hecho de que mi paso por la vida no se basara en mi identidad y propósito sino en el miedo al rechazo o el abandono.
Sin embargo, mi autoestima baja no se manifestó siempre de manera intensa. Mi autoestima baja afectaba a cosas tan simples como la ropa que llevaba puesta, mi modo de hablar, cómo permitía que mis compañeros de trabajo me trataran, qué proyectos de trabajo me sentía capacitada para llevar a cabo, qué clases de la universidad tomaba o incluso la música y películas que me complacían.
Mi autoestima me había hecho pensar que yo era pequeña, y que debía tomar decisiones pequeñas y seguras que me mantuvieran aislada en una caja pequeña y segura. Mi autoestima baja me hizo estar como paralizada, con miedo al fracaso pero aún con más miedo al éxito. Mi autoestima dominaba mi potencial. Tristemente, me hizo ser un poco mediocre.
Después de un divorcio irregular y de una época posterior al divorcio muy rara, comencé a seguir a Cristo (de manera casi igual de rara). Mi momento de “acercamiento a Jesús” ocurrió en un período devastador de oscuridad y miedo. Fue un proceso que comenzó en un momento y que continúa mientras avanzo junto a Cristo en el camino de mi vida.
Lo que yo no había conseguido entender sobre la autoestima durante tanto tiempo es que antes de seguir a Cristo nuestra autoestima viene de lo que sabemos que podemos lograr o de cómo nos sentimos en un día y hora determinados. También puede venir de cómo la gente nos trata o de cómo percibimos que nos ve. Una discusión con un ser querido o una crítica en el trabajo puede ser algo inmensamente devastador para una persona con autoestima baja. Incluso una mirada cruzada o un pequeño menosprecio por parte de un amigo puede ser muy perjudicial cuando la autoestima es baja.
Increíblemente, después de seguir a Cristo, nuestra autoestima no deriva de lo que hemos hecho en el pasado, de lo que podemos hacer ahora, o de lo que podemos lograr en el futuro sino que viene de nuestra posición en Cristo, de que Dios nos ama tanto como para darnos a Su Hijo. Después de Cristo, nos sentimos capaces de dejar de decir cosas como, “No puedo…” “Solamente…” y “Pero…”
Lo irónico de la autoestima es que no hay que centrarse en uno mismo en absoluto. Hay que centrarse en Dios. Un Dios que nos ama tanto que Él es Amor (1 Juan 4:8), y Él desea conocernos personalmente (Apocalipsis 3:20). Como seguidora de Dios, he aprendido a dejar de adorar mis capacidades, centrarme en mis errores, en mi culpa, mi miedo y mi orgullo. Aunque todavía lucho en todas estas áreas ocasionalmente, mi paz viene de poner mis esperanzas y acción en Sus capacidades, Sus victorias, Su gloria, Su fuerza y Su amor.
La autoestima no es darse cuenta de lo grandes que somos, sino de lo grande que es Él y lo que podemos hacer, alcanzar y experimentar mientras descansamos en santidad pacífica con Él, incluso cuando el mundo grita:
Después de Cristo, escucho cómo el mensaje es,
En fin, la autoestima tiene como raíces la seguridad, se riega al asumir riesgos, se baña en sol por las capacidades, y se cosecha por el éxito. E irónicamente, cuantas más cosas superamos y más desafiantes son las experiencias, más dulce es la cosecha. Pregúnteme cómo lo sé.
Solía sentirme sin raíces, seca y marchita. Pero Su Palabra me recuerda que soy parte de Su familia (Juan 1:10-13) y que estoy situada bajo los ángeles y me coronan la gloria y el honor (Salmos 8:5). Éstas no son las palabras que describen a una persona pequeña y humilde sin valor y sin opciones de tener un buen futuro. Estas palabras describen a una persona cuyo valor y capacidad viene de Él, cuyo futuro no será perfecto, pero que puede sentir alegría en la vida sin importar las circunstancias.
La autoestima que se basa en una relación con Cristo permite que nos hagamos preguntas del tipo, “¿Quién soy yo hoy y cuál es mi propósito mañana?” sin sentir el miedo enfermizo de no poder afrontar los desafíos diarios (1 Corintios 12:9).
Me gustaría clarificar un punto; encontrar la autoestima en Cristo no significa que la persona no importe más, que sus sueños o capacidades sean insustanciales. Por el contrario, da significado y propósito a cada regalo y a cada sueño con los que somos bendecidos.
Al principio, mi confianza se basaba en mi aspecto, inteligencia, ingenio y en la voluntad de otras personas. Con Dios, mi autoestima se basa en:
No fingiré que soy un gurú espiritual que no lucha con cada una de estas características. Tampoco fingiré que un buen día o un cumplido no sea bueno o no le guste a mi espíritu. Por supuesto, todavía gozo de los placeres de ser un ser humano y una mujer con respecto al ego y las relaciones. Pero nada de esto me domina. Cuando me hice Cristiana, dejé de intentar ser el centro de mi mundo. Dios ocupó ese lugar, ¡qué descanso!
Nuestra fe en Cristo es lo que establece quiénes somos. La perfección, el funcionamiento e incluso el deseo de ser “buenos” pueden resultar fáciles, y podemos sentirnos confortados por algo mucho más grande que nosotros mismos o nuestras capacidades.
No cambiaría mi antigua confianza por la “autoestima” de la que he gozado a través de Cristo. No importa lo mala que la vida parezca algunos días o lo incompetente que me pueda sentir al desempeñar una tarea, nada puede cambiar mi posición en Cristo. Es un hecho. La guerra ha sido ganada. Y ninguna derrota en batalla puede convencerme de lo contrario.
Aunque el mundo esté siempre cambiando, y no podamos confiar siempre en nuestros sentimientos sobre nosotros mismos, tenemos a Dios que es constante, nunca cambia, es interminable, siempre nos ama, y siempre nos perdona.
Esa es la estima digna de tener.
No soy la mujer que solía ser. Me he convertido en la mujer que Dios diseñó que yo fuera.
Y es estupendo.
Kris Wolfe es cristiana, esposa y madre. Es una escritora independiente que se centra en el estímulo espiritual y práctico, escribe lecciones para grupos que realizan sus reuniones en las iglesias, y también es coach de grupos pequeños. Kris tiene un máster en consejería bíblica por la Luther Rice University and Seminary y ejerce como mediadora en disputas familiares para la corte dn Tennesee donde ella vive.
Kris abarca temas como las citas, el matrimonio, la crianza, el divorcio y su recuperación, y las familias combinadas. Para ller más sobre Kris: Clarksville, TN Online y su sitio web.
Teresa Galarza nació en España a finales de la década de los setenta. Estudió Filología y tiene un Doctorado por la Universitat de València, Spain. Trabaja como traductora además de como profesora e investigadora. Empezó su actividad como traductora cuando era universitaria, del ingles al español y al catalán, sus lenguas nativas. Recientemente ha emprendido un nuevo negocio, West Indies Publishing Company, siendo su primer libro la traducción de la novela perdida de Walt Whitman Life an Adventures of Jack Engle. La web de Teresa es: courtesytranslations.es, se puede acceder a sus artículos de investigación desde su perfil de LinkedIn, y sus artículos de divulgación están disponibles en Jot Down.
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