Traducción al español por Teresa Galarza
Puede que usted conozca la historia del hijo pródigo (Lucas 15:11-32). Un hombre joven pide a su padre por adelantado la parte de la herencia familiar que le corresponde. Cuando lo consigue, se marcha y malgasta su fortuna. Cuando ya no le quedaba nada y estaba pasando hambre, vuelve a su hogar y su padre le da la bienvenida inmediatamente e incluso celebra un banquete en su honor. Bien está lo que bien acaba, ¿cierto?
Pero, ¿y qué hay de los años que pasaron hasta su vuelta? ¿Qué hay de la preocupación y el sufrimiento que sus pobres padres debieron experimentar, probablemente cuestionando sus propias decisiones, y preocupándose de si su hijo se encontraba a salvo o de si lo volverían a ver? ¿Qué se supone que tiene que hacer un padre con un muchacho obstinado que quiere tener el control de las cosas (en lugar de ser sumiso)?
A veces, nuestros hijos solo quieren afirmar su independencia: como un niño de dos años al que le gusta jugar solo pero que reclama su atención cada veinte minutos, aunque insiste en que no necesita ayuda. Esto es una fase normal del desarrollo, ¿cierto? ¿Y qué hay del muchacho de doce años que se cree que lo sabe todo? Su deseo de ejercer control sobre su vida y de separarse de sus padres puede ser normal, ¿pero cuándo se convierte en un problema verdadero y qué debe usted hacer al respecto?
Aprenda la diferencia entre pasar por una fase y tener un problema
Si el comportamiento de su hijo afecta a su educación, a su capacidad de hacer y mantener amigos, o si su hogar parece un campo de batalla, la situación ha pasado de una fase a un problema que requiere ayuda exterior. Probablemente, hay una causa subyacente que explique su comportamiento y de la que hay que ocuparse antes de que su comportamiento pueda cambiar.
No se esconda en su burbuja
Los problemas de comportamiento en su hijo son embarazosos y agotadores. Vemos a nuestros amigos compartir cosas en las redes sociales como, “¡Jeremy consiguió el premio a la ciudadanía, otra vez”! Mientras que usted acaba de ver que su hijo ha suspendido una tercera asignatura este semestre. Puede ser tentador ocultar la vergüenza y fingir que todo está bien, pero usted necesita a gente con la que hablar, y puede empezar con un buen amigo con quien se pueda desahogar.
Consiga ayuda
Pregunte en la iglesia cómo conseguir asesoramiento para su hijo o si existe la posibilidad de proporcionarle un mentor. Busque un consejero o terapeuta que se especialice en niños y adolescentes. También considere ir a terapia para padres de modo que usted pueda lidiar con el estrés que su hijo ha ocasionado en la dinámica de su familia.
Priorice
Su hijo problemático puede necesitar más su atención, pero no olvide sus prioridades: Dios, su matrimonio, y seguidamente sus hijos. Aunque sus hijos estuvieran allí primero (como en el caso de las parejas casadas en segundas nupcias), usted necesita poner a su esposo primero. Un hogar donde los niños son el centro de atención es un hogar sin la seguridad que los niños necesitan y anhelan.
No se olvide de sus otros hijos
Mientras que usted se ocupa del hijo que da problemas, su otro hijo podría empezar a tenerlos también. Intente programar tiempo para estar con sus otros hijos. Apreciarán saber que no tienen que portarse mal para que sus padres les dediquen tiempo y atención. Usted también necesitará ocuparse de cómo los problemas de un hijo afectan a los demás y buscar consejo para ayudarles en caso de que afecte a su bienestar emocional o su rutina normal.
Construya su fortaleza
Considere unirse a un grupo para parejas y padres que centre su atención en los estudios de la Biblia relacionados con ser padres. Sea audaz y pídales que recen por sus necesidades específicas. Encuentre aplicaciones religiosas para padres y dedíqueles un tiempo diario si es posible. Encuentre un verso que le haga sentir fuerte y capaz con la ayuda del Señor. Hable con otros padres que han experimentado estas luchas y que han sobrevivido para contarlas.
“Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”. (Deut. 6:6-9)
Deje que la responsabilidad ocupe el lugar al que pertenece
Sea responsable de su contribución a las dificultades de su hijo pero cerciórese de que entiendan que son responsables de sus propias decisiones. ¡No los saque de los apuros! Si están en apuros en clase o en el gimnasio, déjelos ocuparse de las consecuencias. Si los echan del equipo, no llame al entrenador para pedir que haga una excepción. Deje que sus hijos solucionen sus propios problemas asumiendo la responsabilidad de sus errores, y pidiendo perdón y una segunda oportunidad con voz humilde.
No desempeñe su función de padre movido por la vergüenza
Actúe como padre según la Biblia y su comprensión de lo que Dios requiere de usted. No actúe llevado por el miedo de parecer una mala madre o un mal padre para sus vecinos. Cuando actuamos movidos por la vergüenza o elegimos no ejercer la disciplina por miedo a quién pudiera vernos, estamos ejerciendo como padres movidos por la debilidad y el miedo. Nuestros hijos detectarán esto y los más astutos lo explotarán. Conozca su posición bíblica como padre y opere desde esa posición. Y si usted incurre en una equivocación, no se alarme. Esté preparado para la próxima vez.
Nunca pierda la fe en ellos
No perder nunca la confianza en ellos no significa dar siempre a sus hijos lo que desean o sacarlos de situaciones difíciles en las que es mejor que estén para que aprendan y crezcan. Es difícil que una persona se sienta motivada para cambiar hasta que no se sienta incómoda. ¡Pero tenga presente que siempre hay esperanza para su hijo y su futuro! ¡Siga rezando y conserve la fe, la esperanza y el amor vivo!
Mientras escribía este artículo, una amiga vino a recoger algunas cajas. Empezamos a hablar de nuestros muchachos y de nuestros desafíos como padres. Sus tres hijos son pequeños y uno más viene en camino. Ella me confesó que cuando su marido llegó a casa del trabajo el otro día, le dijo que necesitaba un descanso. Condujo a Krispy Kreme, compró cuatro donuts y se los comió todos en el parking sin apartar la mirada de su teléfono. Ella me dijo que hay un montón de noches en las que se va a la cama sintiéndose “institucional”.
¿Puede usted identificarse con ella? Yo sí que puedo. Lágrimas, frustración, preocupación, cólera y miedo pueden abrumarme ocasionalmente. Pero Dios me eligió. Él me eligió para ser la madre de dos muchachos temperamentales y con personalidades fuertes. Él sabía que habría veces en que me sentiría fracasada u otras veces en las que fantasearía con estar en una playa de México tomando una copa. Él también sabía que habría alegría y felicidad más allá de la comparación.
Pero recordemos al hijo pródigo y los años que estuvo fuera de casa. Podemos conjeturar cómo debieron sentirse los padres durante ese tiempo. ¿Pero qué sucedía con el hijo? Sus padres no lo estaban buscando. No podían verlo por Internet. Lo dejaron seguir su propio camino. Pero no estaba solo. Dios hizo un trabajo con él que los padres no habrían podido hacer solos.
No estoy diciendo que de a su niño una suma importante en efectivo, joyas, y lo envíe a correr mundo. Lo que digo es que hay fases que su niño tendrá que experimentar solo y asumir las consecuencias. Pero en su fracaso y sufrimiento, Dios puede obrar un gran trabajo en nuestros hijos y nosotros podemos estar preparados para abrazarlos cuando vuelvan.
Ya sea después de de un tropiezo, un error enorme o un tiempo lejos de casa, nosotros podemos amar y guiar a nuestros hijos, si dejamos que Dios haga su trabajo mientras nosotros hacemos el nuestro: Sígalo.
La mejor manera de ser buen padre o madre es ser un hijo o una hija obediente para nuestro Padre.
Kris Wolfe es cristiana, esposa y madre. Es una escritora independiente que se centra en el estímulo espiritual y práctico, escribe lecciones para grupos que realizan sus reuniones en las iglesias, y también es coach de grupos pequeños. Kris tiene un máster en consejería bíblica por la Luther Rice University and Seminary y ejerce como mediadora en disputas familiares para la corte dn Tennesee donde ella vive.
Kris abarca temas como las citas, el matrimonio, la crianza, el divorcio y su recuperación, y las familias combinadas. Para ller más sobre Kris: Clarksville, TN Online y su sitio web.
Teresa Galarza nació en España a finales de la década de los setenta. Estudió Filología y tiene un Doctorado por la Universitat de València, Spain. Trabaja como traductora además de como profesora e investigadora. Empezó su actividad como traductora cuando era universitaria, del ingles al español y al catalán, sus lenguas nativas. Recientemente ha emprendido un nuevo negocio, West Indies Publishing Company, siendo su primer libro la traducción de la novela perdida de Walt Whitman Life an Adventures of Jack Engle. La web de Teresa es: courtesytranslations.es, se puede acceder a sus artículos de investigación desde su perfil de LinkedIn, y sus artículos de divulgación están disponibles en Jot Down.
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